La marca, como hilo conductor en la forma de hacer las cosas, debe guiar todos los comportamientos de la empresa.

Desde su fundación, Palermo ha forjado una idiosincrasia propia que, hoy, le sigue diferenciando en el sector. Atributos de peso que componen nuestra personalidad, comunes a todos los empleados, y que rigen el día a día de su actividad profesional. Estos valores –fortalezas clave– son la integridad, la compenetración y la autosuperación.

Para Palermo, la impresión es un reflejo del arte. Igual que el pintor escoge los mejores pinceles o el fotógrafo las mejores lentes, la impresión debe ser fiel al objeto a reproducir. De modo que nos responsabilizamos de que, el cien por cien de los trabajos que se reproduzcan, lo hagan con la máxima integridad y fidelidad.

Estamos convencidos de que el esmero, el tacto junto con el mimo, consigue la obtención de la mayor satisfacción y grado de confianza por parte de nuestros clientes.

Esas cualidades, la quintaesencia de un grupo cohesionado, se sintetizan en un novedoso concepto: Guardianes de la Calidad. Y es que pretendemos que nuestros valores se proyecten, consistentemente, en cuanto concebimos. La figura del Guardián de la Calidad implica, además, una intensa vigilancia –en el universo del proceso creativo– tanto de la estética como del diseño. Ideas que se condensan en el nuevo logotipo de Palermo.

Su tipografía, basada en el círculo y en las formas redondeadas, transmite movimiento y continuidad pero, también, perfección y protección. Las líneas curvas nos hablan del ciclo de una empresa que comenzó hace ya cuatro décadas y que evoluciona e innova, con seguridad, fiel a sus principios.